UC - Críticas
| País: España. Año: 2012. Duración: 129 min. Género: Drama.
Dirección: Valentí Figueres. Guion: Helena Sánchez y Valentí Figueres. Producción ejecutiva: Juan S. Mas y Valentí Figueres. Música: Luis Prado Rodero. Fotografía: Pablo García Pérez de Lara. Montaje: Carles Candela, Helena Sánchez, Valentí Figueres y Pablo García. Distribuidora: Los Sueños de la Hormiga Roja.
Estreno en España: 8 Noviembre 2013. Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años. |
Interpretación: Jordi Collado Conill, Marisa Ibáñez García, Victoria Cuevas Saunders, Valentí Piñot Duxans, Anthony Senen Ferra, Joan Raga Navarro, Antonio Bachero Herrando. |
EL MONTAJE DE LA HISTORIA
“El Efecto K. El Montador de Stalin", vista en Zonazine, la Sección más alternativa del Festival de Cine Español de Málaga, es un curioso falso documental bastante interesante por su forma y contenido, aunque le sobra algo de metraje que vuelve su último acto un poco cuesta arriba. La película tiene un trabajo espléndido de montaje y realización (se combinan imágenes de archivo cuidadosamente seleccionadas con secuencias de ficción que se ensamblan a la perfección, todo ello explicado por una voz narradora y neutra en off). Una de esas arriesgadas rarezas de vida efímera en nuestras carteleras que sólo los cinéfilos de buen olfato habrán tenido la oportunidad de descubrir.
SINOPSIS: “El efecto K. El montador de Stalin” nos presenta la historia de Maxime Stransky -actor y espía, un aventurero de la Revolución, falsificador y productor de Hollywood y el montador de cine de Stalin- narrada a través de sus filmaciones amateurs, sus home movies privadas. Maxime Stransky es amigo de la infancia de Sergei Eisenstein y ambos vivieron el gran viaje de la creación individual mediante el cine y la formación colectiva de una nueva sociedad. A través de los caminos de Maxime y Sergei se explica con qué materia se forjan los ideales de un período histórico pero visto desde los ojos del cine.
Por ello, su título, "El Efecto K. El Montador de Stalin", recoge su nombre del famoso "efecto Kuleshov”, un experimento de los años 20 donde se ponía en práctica como la misma imagen de la expresión de un actor frente a una sucesión de imágenes de contexto distinto, convertía al espectador en un participante activo en el proceso de la creación del significado de dichas imágenes, proyectando sus propias emociones en la cara del actor que estaban viendo (siempre la misma y carente de emoción alguna). El director de este documental, Valentí Figueras, busca un efecto similar con su juego de espejos propuesto, donde la línea que separa lo real de lo ficcionado o lo histórico de lo inventado, es casi imperceptible.
